Descanso, culpa y la necesidad de bajar el ritmo sin sentir que fallo
Descansar. Esa palabra tan simple… y tan difícil.
Si eres de los que se siente culpable por no estar “aprovechando el tiempo”, que se sienta mal por no tachar tareas, o que se tumba en el sofá pero no consigue soltar la mente, este post es para ti.
Y no, no es que seas flojo/a. Es que has aprendido a relacionarte con el descanso como si fuera un lujo, no una necesidad.
La trampa de la productividad constante
Vivimos en una cultura que aplaude el hacer sin parar. Todo tiene que tener un propósito, una meta, un resultado. Incluso el tiempo libre.
¿Te ha pasado esto?
- Te sientas a descansar, pero sientes que “deberías estar haciendo algo útil”.
- Cuando no haces nada, te invade la incomodidad… y acabas mirando el móvil sin parar.
- Terminas el día agotado/a, pero te cuesta darte permiso para parar “sin haber terminado todo”.
- Sientes que si no estás produciendo, estás fallando.
Esta forma de funcionar no solo agota: desconecta. Y con el tiempo, alimenta ansiedad, irritabilidad, frustración… y una relación muy rígida contigo mismo/a.
El descanso no es opcional
El descanso no es un premio por haber hecho mucho. Es una necesidad física, emocional y mental. Así como no puedes respirar solo cuando “te lo ganaste”, tampoco puedes esperar a estar destruido/a para parar.
Descansar no es solo dormir. Es poder estar en calma, sin exigencias.
Es bajar el ritmo, reconectar, respirar.
Es poder parar sin sentirte en deuda contigo, con los demás o con tu lista de pendientes.
¿Por qué me siento mal al descansar?
Porque en algún momento aprendiste que descansar era perder el tiempo, o que si no rendías, no eras suficiente.
Pero ahora puedes empezar a cuestionarlo.
Descansar no te hace menos valioso/a.
No eres más responsable por estar siempre ocupado/a.
Y no hay ninguna medalla al final del día por haber llegado exhausto/a.
¿Cómo empezar a parar… sin culpa?
Aquí van algunas claves para empezar a habitar el descanso de otra forma:
✨ Cambia el lenguaje interno. No estás “vagueando”, estás regulándote.
✨ Haz pausas pequeñas, reales y sin pantalla. A veces 5 minutos en silencio son más reparadores que una hora de scroll.
✨ Observa tu incomodidad sin pelearte con ella. La culpa puede aparecer. No pasa nada. Es parte del proceso.
✨ Agenda momentos de no hacer nada. Literalmente. Como citas contigo.
✨ Reconoce el valor del descanso como parte del bienestar. No es tiempo perdido: es parte de lo que te sostiene.
Descansar también es un acto de autocuidado. Incluso de resistencia, en un mundo que te pide que sigas, sigas, sigas…
Si esto te resuena…
Y sientes que te cuesta parar, que tu cuerpo va por un lado y tu mente por otro, o que el descanso te incomoda más de lo que te alivia… podemos hablarlo.
👉 Reserva aquí tu primera sesión
No para que te esfuerces más en cambiar, sino para aprender juntos/as a vivir desde un lugar más amable, más conectado, más humano.