“Me duele el estómago y no sé por qué.”
“Duermo, pero no descanso.”
“Me dicen que los análisis están bien… pero yo no me siento bien.”
Estas frases llegan con frecuencia a consulta. Y aunque muchas veces se reciben desde fuera con un “será estrés” o un “ya se te pasará”, lo cierto es que cuando el cuerpo empieza a hablar, es importante escucharlo de verdad.
No, no es que te lo estés inventando. Tampoco es que seas hipersensible o estés exagerando.
Tu cuerpo está intentando ayudarte. Está diciendo algo.
Cuerpo, mente y emoción: una misma red
Durante años nos enseñaron a pensar el cuerpo como una cosa separada de lo que sentimos o pensamos. Como si las emociones fueran una categoría distinta, y la cabeza y el cuerpo apenas se cruzaran. Pero en realidad, todo está profundamente conectado.
En la actualidad, entendemos que lo que vives emocionalmente también lo vive tu cuerpo. La ansiedad, la tristeza, el miedo, el agobio o incluso la desconexión no se quedan solo en tu cabeza: se manifiestan, se encarnan, se sienten.
Hay momentos en que el cuerpo empieza a enviar señales: molestias digestivas sin causa aparente, tensión muscular persistente, dolores de cabeza que van y vienen, respiración acelerada, agotamiento sin explicación. Incluso una sensación extraña de no estar del todo en ti, como si funcionaras en automático.
Y aunque no haya un diagnóstico médico detrás, eso no significa que no esté pasando algo.
Significa que quizás lo que duele no es solo físico.
Cuando no se puede decir… se siente
Hay emociones que no encontramos cómo expresar.
Preocupaciones que guardamos para no preocupar a los demás.
Pensamientos que descartamos porque “no tienen sentido”.
Sensaciones que ignoramos para poder seguir.
Pero el cuerpo no se olvida tan fácilmente. A veces, cuando una emoción no puede salir en palabras, el cuerpo la transforma en un síntoma. No como castigo, sino como intento de autorregulación. El cuerpo se convierte en portavoz de lo que estamos intentando contener.
Esto no significa que todo lo físico sea emocional, ni que no haya que atender lo médico. Pero sí implica mirar más allá. Preguntarnos con honestidad: ¿Qué estoy sosteniendo en silencio? ¿Qué parte de mí está agotada, dolida o tensa? ¿Qué necesito pero no me estoy permitiendo?
Escuchar al cuerpo es un acto de cuidado
No hace falta que la señal sea grave para que sea importante.
No necesitas “tocar fondo” para empezar a mirar hacia dentro.
Tampoco tienes que tener todas las respuestas.
Escuchar al cuerpo no es algo místico ni complicado. Es tan sencillo (y tan difícil) como detenerte un momento y hacer espacio para preguntarte cómo estás de verdad. No solo qué hiciste hoy, sino cómo te sentiste en lo que hiciste. No solo cuánto dormiste, sino cómo amaneciste. No solo si te duele algo, sino cuándo empezó a dolerte, qué te está pidiendo ese dolor.
Puede que al principio no sepas cómo traducir ese lenguaje corporal. Por eso, muchas veces, pedir ayuda es el primer paso para empezar a entender.
Acompañarte en ese proceso también es parte del trabajo terapéutico.
Si esto te resuena…
Y estás en ese punto en el que tu cuerpo lleva tiempo enviándote señales, pero no acabas de entender qué quiere decirte, podemos hablarlo.
A veces, solo hace falta que alguien escuche contigo eso que estás sintiendo, sin juzgarlo ni querer resolverlo rápido.
👉 Haz clic aquí para contactarme.
No para decirte lo que tienes que hacer, sino para ayudarte a escuchar lo que ya está dentro.
Tu cuerpo no está fallando. Está hablando.