
Últimamente muchas personas llegan a consulta diciendo “no me puedo concentrar”, “no termino nada”, “mi cabeza va a mil”. Y sí, puede preocupar. Pero no siempre hablamos de un problema interno.
Muchas veces, no es que falte atención: lo que hay es sobrecarga.
Demasiadas cosas abiertas —en la mente, en las pantallas, en la vida— y poca capacidad real de procesarlas.
Vivimos hiperestimulados, constantemente interrumpidos por notificaciones, pendientes, voces internas, demandas, comparaciones, expectativas. Queremos hacer todo, y todo ya.
Pero el cuerpo, el foco y la mente tienen otro ritmo. Uno mucho más humano.
📱Multitarea: ese invento moderno que suena eficiente pero agota
Nos acostumbramos a hacer muchas cosas a la vez: responder mensajes mientras comemos, mirar series con el portátil abierto, pensar en la reunión del lunes mientras intentamos descansar un sábado. Todo parece urgente.
Pero la verdad es que no estamos diseñados para estar divididos en tantas direcciones. Nuestra atención no es ilimitada. Tiene una capacidad y un ritmo. Está diseñada para focalizarse, no para estar repartida en múltiples frentes todo el tiempo.
No es falta de capacidad: es exceso de estímulos.
Y eso agota. A veces de forma invisible.
No es solo psicológico: también es cultural y corporal
No poder concentrarse no es necesariamente un síntoma de algo que “está mal en mí”. Muchas veces es una respuesta lógica a un entorno que no deja espacios reales para el silencio, la pausa o la presencia sostenida.
Además, el cuerpo también lo siente: tensión muscular, fatiga, irritabilidad, alteraciones del sueño. La saturación no solo se piensa: también se encarna.
🧘 Entonces, ¿Qué hacemos? ¿Nos vamos al bosque sin wifi?
No hace falta irse a una cabaña sin wifi, pero sí empezar a recuperar ciertos espacios de pausa y presencia real.
Algunas ideas simples:
✔️ 1. Elegir un momento del día sin pantallas
Aunque sea 15 o 20 minutos. Puede ser mientras desayunas, sales a caminar o simplemente te sientas a no hacer nada. No es tiempo “perdido”, es tiempo de recuperación.
✔️ 2. Hacer una sola cosa a la vez
Parece obvio, pero no lo es. Proponte tramos cortos de tiempo (5-10 minutos) en los que solo hagas una cosa. Comer sin mirar el móvil. Leer sin cambiar de pestaña. Ducharte sin planear el día. El foco se entrena con práctica.
✔️ 3. Revisar a qué y a quién estás prestando atención
No todo lo que nos rodea merece energía. Algunos contenidos nos nutren, otros nos agotan o nos activan ansiedad. Hacer una “limpieza digital” de vez en cuando también es autocuidado.
✔️ 4. Respetar tus propios límites cognitivos (no eres un ordenador)
Si te cuesta concentrarte, no te castigues. Parar, descansar, cambiar de entorno o bajar el ritmo no es rendirse. Es adaptar tu forma de estar al momento que estás atravesando.
Tu atención no está rota…
Está atravesada por un mundo que no para de pedir, mostrar, demandar y comparar. Reconocerlo no es una excusa: es el primer paso para empezar a recuperar espacios de calma y claridad.
No hace falta huir de todo ni vivir desconectados. Pero sí podemos aprender a elegir con más conciencia a qué le prestamos atención… y a qué no.
Porque donde va tu atención, va tu energía. Y cuidar eso, también es salud.
Si sientes que te cuesta parar o centrarte en ti, o quieres empezar a cuidar tu bienestar de otra manera, podemos verlo juntos. A veces, un pequeño acompañamiento puede marcar una gran diferencia.